domingo, 27 de octubre de 2013

Fear

Es inevitable sentir miedo.

Miedo a perder, miedo a no alcanzar nuestras metas, miedo a no ser suficiente para la persona que queremos... miedo a nosotros mismos. Y, en muchas ocasiones, es bueno sentir miedo, pues nos impide cometer las mayores imprudencias. Sin embargo, no lo es la mayor parte del tiempo...

El miedo es, probablemente, el mayor obstáculo que encontraremos en nuestra vida. Es el miedo el que nos impide disfrutar de los deportes extremos. Es el miedo el que te paraliza o te hace temblar la voz cuando estás frente a la persona que hace revolotear cientos de bichitos con alas en tu estómago. Es el miedo el que te impide ponerte un vestido corto por si los demás no te ven bonita.

Existen muchos tipos de miedo: arañas, payasos, aviones, alturas, serpientes... Pero, sinceramente, pienso que el peor miedo es el que sale de nosotros. El miedo son las inseguridades, los complejos, los tormentos, los corazones rotos... Miedo a que se rían de ti, a que no te acepten, a no ser suficiente, a que te dañen...

Es tan fácil sentir miedo... Por eso se vuelve fuerte, por eso se apodera de nosotros, nos vuelve estúpidos e inconscientes, porque sentir miedo es inevitable y luchar contra él cuesta. Te hace sentir como si estuvieses en una jaula, en una prisión de hierro cuyos barrotes te impiden seguir adelante, enfrentarte a lo que tienes ante ti. Te da una sensación de falsa seguridad, como si dentro de esa jaula estuvieses a salvo de todo mal, como si nada pudiese hacerte daño.

Pero todo eso es mentira.

El miedo no es más que un gran estratega, un viejo y astuto zorro que acecha por las esquinas buscando el más mínimo signo de debilidad. Consigue apoderarse hasta de los más valientes, volviéndolos vulnerables ante las cosas más insignificantes. Y quien diga que nunca ha tenido miedo, miente. Porque el miedo es muy sagaz y conseguirá apoderarse hasta de las mentes más brillantes.


Tenemos que aprender a ser fuertes, a saber vencer al miedo, porque si no lo hacemos podríamos estar perdiéndonos cosas maravillosas. Y debemos aprender, sobretodo, a vencer el miedo al dolor.

Nadie puede asegurarnos que las cosas a las que queremos hacer frente no nos harán daño. Nadie puede darnos la seguridad de que no nos van a romper el corazón. Pero tampoco pueden asegurarnos lo contrario. Entonces, ¿cómo saberlo? Arriesgando.

Si algo nos hace sentir bien, si alguien nos hace sentir bien, dejar que el miedo se apodere de nosotros y lidere nuestros pensamientos será lo que nos cause dolor. Si bien no es fácil hacerle frente después de que experiencias anteriores resultasen desastrosas, no podemos negarnos la oportunidad de saber si saldrá bien... Los corazones rotos son las criaturas más frágiles que existen y el miedo se aprovecha de ellos para hincharse de poder. ¿Por qué permitírselo? Hay que hacerle frente porque, si permitimos que siga ahí y controle nuestras acciones, nuestro corazón comenzará a marchitarse. Porque un corazón, aún roto y frágil, si no late se muere.

No permitamos que el miedo se nutra de nosotros. No permitamos que nos haga sentir vulnerables. Abandonemos los complejos, las inseguridades y el dolor, porque son su alimento. Si queremos algo, luchemos por ello, aún cuando en el fondo sintamos que no es para nosotros. Es el miedo quien habla, es él quien te susurra al oído y te dice que aquello que quieres, que aquel a quien quieres, es más de lo que puedes aspirar, que no es para ti, que jamás podrás conseguirlo. Ahoga sus palabras, sonríe y ve a por ello. No temas al dolor. No temas a la decepción.

Sigue adelante y dile adiós al temor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario